La noticia de la semana ha sido, sin duda alguna, las repetidas "avalanchas" humanas producidas en las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos. Y a no ser que afrontemos con sinceridad, de una vez por todas, el drama de la pobreza extrema en el África subsahariana, éste será también uno de los principales conflictos que nos esperan en el mundo globalizado del siglo XXI.
Reconociendo de antemano que solucionar los problemas económicos y políticos que azotan al continente africano no resulta un problema de fácil y rápida solución, de nada sirve tampoco pretender solucionarlos mediante la instalación de otro muro más. Al contrario, aumentando la valla fronteriza o destinando más efectivos en la frontera, lo único que estamos mostrando es un extremo egoísmo y una hipocresía infinita. Egoísmo porque ponemos nuestro bienestar personal, o mejor dicho, nuestra abundancia occidental, por delante del bienestar de otras personas que no tienen nada más que sus vidas y que no dudan en ponerlas en riesgo para poder ¡¡sobrevivir!! Hipocresía porque parece que se nos ha olvidado que hace poco más de 30 años éramos nosotros los que emigrábamos hacia Europa para buscar una mejor vida, y que gracias en parte a esas remesas de los emigrados nosotros pudimos financiar el desarrollismo que nos catapultó económicamente.
Estos días saldrán voces que nos recordarán que el problema está en las mafias que se lucran de la desesperación de los que quieren entrar en Europa, o que el problema reside en que gobierno de Marruecos no cumple los pactos que en materia de inmigración tiene con España y la Unión Europea, o más común todavía, que el problema está en que España tiene una capacidad limitada de absorción de inmigrantes. Todo ello presentado gratuitamente por los medios de comunicación que se apresurarán en utilizar su tan querido léxico alarmista como "avalancha", "marea humana", "asalto",...
Pero más allá de la rutina hipócrita de occidente lo que está pasando estos días en Ceuta y Melilla no es nada más que una violación sistemática de los derechos humanos más esenciales de las personas. Estos días todos tenemos en el fondo de nuestras conciencias la extraña sensación de pertenecer a la civilización rica, a la civilización hipócrita, a la civilización egoísta,...., en otras palabras, a ser los malos de la película. O al menos eso es lo que pienso yo.
30.9.05
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