14.12.05

Nos estamos acostumbrando a la palabra tortura

Si algo me ha indignado en estos últimos tiempos mediáticos ha sido, sin duda alguna, el escándalo originado tras descubrirse que Washington, en su cruzada contra el terrorismo, utilizaba cárceles ilegales de la CIA en Europa del Este para torturar a sus presos. Luego, sin casi enterarnos, le siguió otro escándalo, el de los vuelos secretos de aviones de la CIA haciendo escala en capitales europeas en sus macabros trayectos.

¿Que conclusiones podemos extraer? Una primera es que la Administración Bush ha apretado un poco más la tuerca de su desprecio hacia el derecho internacional. Así es, EEUU en su versión de hegemón militar está utilizando con total impunidad -suma y sigue- técnicas y prácticas prohibidas por el derecho internacional. Si el escándalo empezó con el limbo legal de Guantánamo, le siguieron poco después las torturas sistemáticas de Abu Graib (de hecho, la propia guerra de Irak fue por si sola un desprecio hacia el derecho internacional), y ahora se añaden una red de cárceles secretas en el extranjero, donde Washington utiliza las eufemísticamente llamadas "técnicas reforzadas para los interrogatorios". Parece ser que la Administración Bush está dispuesta a exportar la tortura: lleva a cabo aquellas prácticas que dentro de sus fronteras serian prohibidas por su legislación.
Un segundo aspecto que llama la atención es la tímida reacción con la que han reaccionado las cancillerías europeas. De ser cierto, como se ha apuntado, de la existencia de las cárceles secretas de la CIA en Polonia (que es estado miembro de la Unión Europea) y en Rumania (que lo será en el 2007) bien merecería una reacción más contundente de la Unión Europea. Aunque visto lo visto, parece ser que otra vez se visualiza la ironía de la UE: la dificultad de querer ser una potencia civil sin aún serlo en el ámbito militar.

Pero quizá lo mas preocupante del proceso que vivimos es que nos estamos acostumbrando a la palabra tortura. Pero detrás de una simple palabra hay siempre una realidad. Seria aconsejable imaginarnos semejante realidad la próxima vez que oigamos la palabra tortura.