5.9.05

Después del 7-J

Recientemente la actualidad internacional nos sorprendió con los atentados de Londres. Fueron dos oleadas de ataques terroristas que volvieron a estremecer, una vez mas, nuestras conciencias.
La verdad es que Europa a tenido que soportar a lo largo de su reciente historia innumerables ataques de naturaleza terrorista (ETA en Euskadi, el IRA en el Reino Unido, las Brigadas Rojas en Italia,...), inclusive de raíz islamista radical como los perpetrados en marzo del 2004 en Madrid. Sin embargo, a nadie se le escapó que las peculiaridades de los atentados del 7-J en Londres suponían un nuevo reto de difí­cil solución para la seguridad europea. En primer lugar, los atentados fueron consumados por terroristas suicidas, y en segundo lugar, ¡los terroristas suicidas eran británicos!
Tony Blair se apresuró a poner en marcha medidas de urgencia de carácter mucho mas coercitivo con el objetivo de desmontar el llamado "Londistán". La ya famosa frase que pronunció el premier inglés: "las reglas de juego han cambiado", se concretó en un primer momento de forma trágica con la muerte (mejor dicho asesinato) de un trabajador de nacionalidad brasilera a manos de la policía cuando éste caminaba por el metro londinense.
De hecho, las medidas que ha presentado el gobierno de Tony Blair van lógicamente más allá del momentaneo licence to kill. Una de las acciones presentadas que ha suscitado más polémica y críticas ha sido la repatriación de los lí­deres "religiosos" que justifiquen o alienten la jihad en suelo británico. Diversas ONG protestaron por el peligro de que los repatriados pudieran sufrir algún tipo de tortura en su paí­s de origen y que además la medida podí­a ir en contra de una ley firmada por el Reino Unido en materia de Derechos Humanos.

Sin embargo, el 7-J va mas allá de la questión de la seguridad. Creo que los retos que surgen ahora tienen que ver con el proceso de integración de los nuevos ciudadanos de Europa. Y lo cierto es que cada paí­s de la Unión deberá escojer que modelo de integración quiere. Por el momento se vislumbran dos grandes modelos: el multicultural británico que ahora se ha puesto en entredicho y el laico francés, tampoco con pocos problemas.